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HOMENAJE A HERMOGENES CAYO

por Gaspar Núnez

 

   Un relato popular asegura que en la época clásica lxs marmolerxs disimulaban las imperfecciones y fisuras de sus bloques con cera. Engañaban a escultores desprevenidos e introducían piezas frágiles al curso de la historia del arte. Esta leyenda -cierta o no- buscaría explicar el origen etimológico de la sin-ceridad, a la vez que discrimina un material según su calidad y entereza. El mármol se elegía por su perdurabilidad y proyección en el tiempo, por lo que hoy se asocia a la conmemoración. La construcción de un hito en el presente para ser prematuramente leído en clave de pasado.

   Pero la cera pareciera recordarle su costado débil a aquella conmemoración solemne y severa. La cera encarna la farsa en la puesta en escena del ayer: un material viscoso, fraudulento, apócrifo. Se acumula a borbotones en las grutas o ermitas al lado de nuestras rutas, pero nunca dentro de las iglesias donde la pulcritud relega las velas a una función protocolar o meramente accesoria. La cera engrosa el patrimonio inmaterial de la devoción y conmemoración popular.

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   El presente pareciera asolado por el fantasma de lo improductivo y de lo no-rentable: tanto archivos como basureros atiborrados, productos cada vez más perecederos, embotellamientos en las ciudades, etc. Lo residual se presenta como lo no asimilable, prohibido, inútil o -mejor dicho- inutilizable. Por ello, todo el arte moderno y contemporáneo pareciera responder a un movimiento inverso de reasimilación de lo excluido: un pasaje que traslada prácticas, situaciones u objetos del margen para reubicarlos en el centro.

   En nuestro país, se marca la abrupta irrupción del Otro como partícipe del escenario político en 1945 con la consolidación triunfante del peronismo. Lxs excluidxs, descamisados y grasitas ingresan a Capital hasta colmar la Plaza de Mayo. Patas en la fuente, transpiración apretando el bronce, salivada en el piso. Todo queda escrito con la épica de una celebración a la lealtad.

   Pocos meses después de aquel octubre, al año siguiente, se registra otra irrupción a Plaza de Mayo y de un Otro distinto también lejano: varias comunidades de pueblos originarios llegaron desde Jujuy y Salta para solicitar a Perón la restitución de sus tierras. Luego de algunas tratativas son reprimidxs y deportadxs, metidxs en vagones de carga y reenviadxs al Norte. Esta petición irresuelta se recuerda como el primer «Malón de la Paz». El primero de varios embates que reinciden hasta hoy y rebotan sin ser incorporados. El más reciente fue a fines del año pasado en dirección a Tribunales, donde fue nuevamente repelido.

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   Arte puede ser cualquier cosa que se aproxime al repertorio de estrategias que el arte ha adoptado. Artista es quien es nombradx como tal por otrx artista. Hermógenes Cayo es comúnmente descrito como «imaginero»: artesano que produce figuras religiosas. Pero fue pintor, escultor, tejedor, luthier y músico, entre otras cosas. Fue cronista del primer Malón y desterrado a Jujuy en el 46. 

 

   Benjamin Felice le rinde un homenaje que lo deja sin rostro, pero también quita el velo petrificado en formol y prescinde de la reivindicación textual. Hermógenes acá es irreconocible, indistinguible y por ello desfetichizado. Está como desdicho o borrado, sustraído en el sujeto tácito. No hay cita porque ésta marca una distancia cautelosa entre la voz ajena y la propia. Distancia a la que siempre echan mano la antropología o sociología para autopreservarse y hace de aquel «imaginero» su objeto de disección. Pero este homenaje no es meramente nominal ni protocolar, Felice se acerca a Hermógenes como unx artista toma a otrx: intenta disolverlo. Lo absorbe e incorpora. Se apropia. No de tal o cual imagen sino que intenta incorporar de él su forma de absorber las cosas que le rodean. Lo retoma según la dinámica de la apropiación artística, la hibridación y el mestizaje. Felice propone integrar a Hermogenes a la nómina de artistas, traza una diagonal que va de la plaza a la sala, una procesión que se traslada de un punto a otro: de A la Cal hacia El Lobby.

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La participación del artista es cortesía de la galería Pasto y las salas de El Lobby

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