OUTLET
por Dani Umpi
Pinocho, antes de alcanzar nuestros días vía Disney, ya había sido un referente moral en los niños. En su primer versión el muñeco surge de un leño de cerezo que habla y pide al carpintero que no le dé con el ha- cha. Es un ánima que, como toda alma, necesita un cuerpo físico para ser. El anciano Geppetto lo vuelve antropomórfico y el Hada Azul es quien le otorga la vida. Pero muchas generaciones crecieron leyendo el relato de esa madera animada. No es lo mismo un cuerpo que tiene un alma que un alma que tiene un cuerpo. El plano material.
Para otros, el muñeco no salió de un cerezo pues, como su nombre lo indica, es un piñón, semilla de un árbol en potencia. Un pino perenne, inmortal. El simbolismo cerraría por todos lados. Conocemos el final: Pinocho se vuelve niño, acepta feliz la mortali- dad deseada y aplaudida por todos. El muñeco-ma- rioneta-títere que no se percata de los hilos que lo mueven, atraviesa múltiples tentaciones y pruebas acompañado por un grillo parlante en representa- ción de su conciencia. La nariz que crece es la men- tira que no consigue ocultarse hasta que, por suerte, es tragado por una ballena para introducirse en las profundidades y poder transformarse, transmutar.
En el Antiguo Testamento Jonás es engullido por un pez gigantesco. Transcurre en su panza tres días y tres noches, lo que corresponde la muerte y resu- rrección de Cristo en el Nuevo Testamento. Disney pone al Hada Azul para darle nueva vida a ese mu- ñeco ahogado pero Pinocho no podría morir porque era de madera de pino… ¡Es muy complicado! Hay un punto en el que todo tiene que ver y otro punto en el que no.
Pero la historia que se cuenta es la de siempre, la más didáctica, el cambio profundo en nosotros o nuestra mirada que todo cambia hasta el punto de hacernos renacer. Y ese cambio, ¿depende de noso- tros o es parte de un ciclo en la inmortalidad? Jesús muere porque era su designio, lo que debía cumplir, un orden en los acontecimientos. Entonces es cruci- ficado no sé a qué madera. La crucifixión se usaba también como método disuasorio para que, cuando
lo veas, pensarás dos veces antes de hacer tus fecho- rías. Podrías terminar así.
En los años noventa tuvo una leve pero intensa popularidad en el sur latinoamericano, un juguete didáctico llamado Pinocho 2000. Con ocho piezas de maderas coloreadas y bandas elásticas, podías educarte y entretenerte con mil variantes de un mu- ñeco de madera bastante robótico. En su packaging el juguete traía un texto explicativo muy curioso, re- dactado a modo de cuento, que comenzaba con lo siguiente “Haz de mí lo que tu imaginación quiera. Yo te doy la “posibilidad”. Podría haber quedado ahí pero no, continúa unas frases más hasta confesar: “Soy un muñeco de madera al que DIOS (sic) le puso vida a través de su creador. Porque soy muy articu- lado, colorido y de madera cálida y natural. puedo transformarme en un mundo de fantasía”. ¿Qué po- demos decir de eso? Que es todo siempre lo mismo. Un mundo de fantasía.
Alfredo Dufour cambia la escala de su juguete de la infancia, Pinocho 2000 y lo crucifica, una de las formas no sugeridas por el packaging de antaño. No está solo. Tampoco es la pieza más grande de esta muestra pero lo veo como un germen aunque el artista me haya confesado no haber contemplado miradas religiosa para su muestra, incluso habiendo pintado unos muy warholianos retratos de Marado- na, la mano de Dios.
En este olimpo, en esta Factory, el wallpaper corres- ponde a enormes etiquetas para precios de super- mercados. Nuevamente la desproporción. Estudié Ciencias de la Comunicación y Publicidad decenas de años atrás y hasta hace poco sabía cómo debía organizarse un supermercado. Ya no lo recuerdo porque tal vez ya no se ordenen así. Varía el orden pero veo que los precios de oferta en amarillo y rojo continúan funcionando. ¿O no? Continúa esa ley. Puede que sí.
La bandera nacional se mancha y se convierte en la de Boca. El caramelo Arcor sobre un caldo Knorr que a veces dan como vuelto, en lugar de monedas, en algunos comercios. Desacralización y sacralización. Siempre fetiche. En el espacio más fetichista de to- dos: el cubo blanco. El cubo escenográfico para que
en la aparente pulcritud y esterilidad, los mecanis- mos de la ansiedad seleccionen sus acciones y los objetos se vuelvan amuletos, talismanes fuera de escala.
Dicen que las ofertas en los Outlets son una mentira para mover registradoras e inventarios. Habría que preguntarles a los que saben. Nunca aprendí a orde- nar un outlet. Creo que dejé de estudiar cuando se pusieron en boga. No deben ser tan azarosos como parecen. Creo que la luz es importante. Blanca como una carnicería. Te llama, te viene algo, una cosa adrenalínica, ansiosa, agarrás, comprás y te vas. No es para ver mejor las oportunidades, los averiados, fuera de stock, los saldos… son trampas, general- mente con el techo muy alto. En el espacio los obje- tos y sus compradores fluyen, a veces acompañados por música o perfumes. Los cuatros sentidos en ac- ción. Saturados. La lengua mordida. Uno pasea y no sabe si está entre la escasez o la abundancia.
¿Tenés conflictos con el dinero? ¡Ya mismo pensá en abundancia! ¡Comenzá a dar! ¡Cuanto más das, más recibís! ¡Volvete un digno merecedor de abundan- cia! Hacelo ya, antes que esa ley quede obsoleta. ¡Vé a tu nicho de mercado más cercano! Mirar la fecha de cambio.
Una experiencia concreta sintética. Link, click, pin y verde.
Los consumidores tenemos derecho. Derecho a in- formación clara del producto. Derecho a la compen- sación si no se cumple lo que se promete. Derecho a la protección cuando una empresa no nos respeta. Derecho a elegir sin presiones. Derecho a la calidad. Derecho a no ser discriminados en la transacción co- mercial.
Con algunos santos, principalmente los que están al borde de lo religioso como ocurre en las devo- ciones populares, transamos, negociamos rezos por favores, caminatas de rodillas, bidones de agua. Si no damos lo que prometemos no sólo no ocurre el milagro sino que podemos ser castigados. Nadie nos ampara. Negociamos con esos seres que parecen ser más peligrosos que Dios. Un juego que me erotiza muchísimo. Hay quienes pueden diferenciar el feti-
che del símbolo religioso. Un don muy difícil.
La religión enseña que la felicidad más pura es la de padre e hijo. También castiga la búsqueda de la felicidad tomándola como algo fugaz, efímero como un modelo de teléfono celular. Hablan mucho del hambre, del hambre insaciable del consumo que trae insatisfacción, los bajos instintos que tienen al placer como el bien más alto. Pecado. Mentira. La Biblia pide que no seamos avaros pues la persona avara adora las cosas de este mundo, son idólatras. Se debe aprender a resistir a estos impulsos, estos ídolos. Protegernos logísticamente, fijarnos en un punto medio exacto entre el deseo y la necesidad para alcanzar nuestros objetivos vitales. ¿Cómo?
¿Con qué? Con oración y templanza mientras cada uno carga con su cruz. ¡Fuera la tentación artificial por cosas absurdas! Valores en juego. Juego de valo- res. Bolsa de valores.
Viviendo en la adrenalina de derroche sin criterio, en un bucle que nos distrae de ese Dios, no llegaremos muy lejos. ¿Cómo controlarnos sin la mano de Dios?
¿Cómo encontrar un pez que nos trague y nos lleve a la claridad de las profundidades? Dan varias solucio- nes. Una de ellas es valorar lo que tenemos, pensar en el tiempo y el dinero que invertimos en adquirir- lo. Otra es “La regla de las dos semanas”. Cuando el deseo de un objeto nos plantea una nueva nece- sidad, debemos esperar ese tiempo para ver si se trata de algo que de verdad queremos. Identificar la trampa. La trampa del mercado, la trampa de Dios. La relación costo-beneficio. Hay que estar alerta. ¡Es muy complicado!
Actualmente la rapidez del click no nos deja pensar, ni siquiera estamos paseando por el outlet, el cubo blanco. Cuando queremos ver ya llega un paquete a la puerta. Las etapas del deseo y la compra se jun- tan en un solo impulso, un touch. ¿Cómo hacer para que esas etapas sean conscientes y mejorar nuestro autocontrol? Ni idea. ¡Es muy complicado! Hay un punto en el que todo tiene que ver y otro punto en el que no. No se puede con tanta moral cuando un leño de cereza te grita “¡Cómprame!”. Siempre lo mismo. Un mundo de fantasía con un Dios mirándote. ¡Qué pena!
La participación del artista es cortesía de la galería Constitución.
Agradecemos el apoyo incondicional de los talleres y residencia La Verdi en la realización de este proyecto.
Exhibición realizada con el apoyo del Ministerio de Cultura de Santa Fe. Convocatoria Plan Fomento 2021.